lunes, 30 de junio de 2014

La transición ha abdicado, viva la democracia

La abdicación de Don Juan Carlos en su hijo, el rey Felipe VI, ha sido saludada por un vertiginoso cambio de caras en la política española, asociado en muchos casos a un incuestionable recambio generacional. A la juventud sobradamente preparada del nuevo monarca se ha sumado inmediatamente la juventud ruidosa y de discurso vacío de los aspirantes socialistas, la juventud de los nuevos caudillos revolucionarios de Podemos y la juventud responsable del líder de Ciudadanos de Cataluña. Aún Cayo Lara se resiste a ceder el testigo a Alberto Garzón, que le asedia a librazos, golpes de tertulia y disparos tuiteros. En el partido del Gobierno, concentrado en perder el poder con estrépito, y ajeno a su desgraciada suerte, no se atisban cambios generacionales a la vuelta de la esquina.

La carrera de jubilaciones en la política española ha empezado y continuará inexorablemente. Es ley de vida, aunque a algunos ponga nerviosos. Es verdad que la juvenilización de la política es un mantra como otro cualquiera, y que no resolverá por sí misma los graves problemas de nuestro tiempo. Pero también es verdad que aquí ha llegado la hora de licenciar sin honores a la generación de políticos más nefastos, corruptos y mediocres de la historia de España.

Termine de leer el artículo “Cambio de rumbo, y no sólo de timoneles” colgado en Libertad Digital por Santiago Abascal.

Y si no le ha quedado del todo claro, lea también el artículo “La teoría del caos y el caso del ratón con coleta” del Jesús Cacho, en Vozpopuli.

miércoles, 4 de junio de 2014

Una razón para que te echen del PP: pensar

En el espacio de una semana la ultraizquierda española ha cosechado el 26% de los votos en una elección nacional (cuando obtuvo un 7% hace cinco años), el PSOE se ha abierto en canal, Barcelona se ha sometido a las exigencias de unos violentos antisistema y el Rey ha abdicado. El Gobierno se enfrenta en estas fechas al mayor reto de toda la legislatura. El riesgo para España ya no es ser intervenida por Europa sino ser desestabilizada por los enemigos de su Constitución, los pescadores nacionalistas y de extrema izquierda cuyas ganancias dependen del río revuelto que ellos mismos revuelven.

En estas circunstancias, la capacidad de comunicación del PP –aquella que el propio Arias Cañete dijo que debía "mejorar"– va a ser imprescindible. Deberá ofrecer a los españoles una alternativa contundente a los crecidos discursos de división, rabia y rencor. Aquí van 10 + 1 ideas para alcanzar este objetivo:

Termine de leer el artículo “10 + 1 ideas para mejorar la comunicación del PP” de Percival Manglano.

domingo, 1 de junio de 2014

Rajoy era la última esperanza del sistema y ha fracasado

A las 11 de la noche se conoció el desastre. El PSOE había perdido 2.545.000 votos y el PP algo más, 2.596.000. La olla a presión socialista estalló al día siguiente con la renuncia de Alfredo Pérez Rubalcaba. Con el rosto marcado por cicatrices de mil batallas, el Rubalcaba del “si te vuelves, te la clava” tiraba la toalla, se rendía, decía adiós. Y ¿qué ocurrió ese lunes en Génova? Nada. Para Mariano Rajoy y su elenco de notables, aquí no ha pasado nada. ¿Nada? “No hemos sabido explicar bien lo que estamos haciendo; es un problema de comunicación y pedagogía”. ¿Eso es todo? Los dioses ciegan a quienes quieren perder. Tranquilidad, pues, y buenos alimentos en los cerebros que, en Génova y Moncloa, dirigen los destinos de la derecha, y desconcierto, perplejidad y alarma entre sus votantes y simpatizantes y, en particular, entre esos dos millones de españoles que votaron PP en las europeas de 2009 y que ahora han preferido quedarse en casa aferrados a la abstención, decepcionados con un Gobierno que ha fallado casi en todo y del que, como poco, esperaban una cierta autocrítica y un propósito de enmienda. Al contrario que la mayoría de los grandes líderes europeos, Rajoy ni siquiera se ha dignado dar una explicación pública, con tele o sin ella, de lo ocurrido. Lo dicho: ¡aquí no ha pasado nada…!

Naturalmente que ha pasado. Sobre el cuerpo electoral del PP ha pasado una apisonadora. Reconociendo las peculiaridades de unas europeas, el cuadro que ahora mismo presenta el PP como sedicente -y única- gran formación política de dimensión nacional es aterrador: Es un partido casi marginal en Cataluña y País Vasco; está a punto de perder las cómodas mayorías de que ha dispuesto en Valencia y Madrid; ha perdido por más de 10 puntos en Andalucía, y solo se mantiene con cierta prestancia, aunque perdiendo apoyos, en Galicia y ambas Castillas. Un horizonte más que preocupante para la estabilidad del país. Lo comentaba esta semana una acomodada pareja de jubilados madrileña: “hace año y pico que dejamos de pagar las cuotas al partido que veníamos pagando desde los tiempos de AP, y ahora nos hemos abstenido, porque ya no aguantamos más, pero, ¿qué vamos a hacer las próximas generales? Ese es el problema, porque, con el panorama que tenemos, igual hay que volver a votarlos…” Esa es la apuesta de los estrategas de la derecha, la gran esperanza de los Arriolos: que la alternativa sea tan mala, que el riesgo de ingobernabilidad del país sea tal, que el miedo a una coalición de partidos de izquierda sea tan grande que por sí solo obre el milagro de movilizar a quienes ahora les han dado la espalda. Que la sensata y miedosa gente de la derecha no tenga más remedio que volver a votar PP, agarrándose al clavo ardiendo del mal menor.

Termine de leer el artículo “También el PP está muerto, aunque todavía no huele” de Jesús Cacho.