Se fue al notario para estampar a sangre y fuego que jamás pactaría con el pérfido Partido Popular que osaba impugnar ante el TC el sacrosanto Estatuto de Cataluña. Va a ser cierto el dicho de que "agua pasada no mueve molinos" porque Artur Mas ha mostrado en público su satisfacción con el nuevo PP de Cataluña y, por ende, de España.
A día de hoy resulta que Mas alaba al PP porque según el separatista: "habla ahora más de economía que de Estatuto y de lengua". Es decir; Mas alaba el silencio del PP, el aparente camuflaje en la monocolor Cataluña, el desistimiento. Y eso no es bueno, ni para del PP, ni para España, que es lo importante.
Ellos legislan sobre "Estatuto y lengua" y el PP ha de acatar, ha de "hablar menos". En definitiva, la relación que CIU está dispuesta a establecer con el PP es una relación de dominación en toda regla. Basada en un chantaje clamoroso, ensordecedor. En un secuestro de la voluntad de hacer política nacional por parte de la dirección del PP. Eso es lo que CIU pretende. Y eso no me sorprende. Lo que me preocupa es que el PP no se dé cuenta o pueda satisfacer, aunque fuera mínimamente, esa pretensión de los nacionalistas de Convergencia i Unió. Porque en éso se fundamenta, en esos amores desiguales, la luna de miel entre PP y CIU; en la renuncia del PP a sí mismo.
Y la mayoría de los españoles no quieren que la política española se reduzca a un corto de vista y vulgar cambio de cromos; la Moncloa para ti, y la Generalitat para mí. Los españoles quieren que la política responda a unos principios y a unas necesidades reales de los españoles. No a los deseos de unas minorías que hacen política con la pistola de atracadores debajo de la chaqueta.
Siga leyendo el artículo colgado en elsemanaldigital por Santiago Abascal, vale la pena. Y al PP de Cataluña les va el futuro aunque no se lo crean.