lunes, 26 de mayo de 2014

Perroflautas al poder. ¿El fin del bipartidismo?

Que el gran vencedor de las elecciones europeas del 2014 haya sido el perroflauta de Pablo Iglesias es algo que no me preocupa. Cinco castristras, bien engrasados por el chavismo venezolano, más en el parlamento europeo. O se aburguesan para adaptarse a Bruselas, con lo que perderán su apoyo popular, o su idiosincrasia perroflautista hará que se despellejen entre ellos en un par de años.

En estas elecciones, la abstención entre los escasos votantes que acudían a las urnas en unas europeas habrá aumentado en unos diez puntos, más o menos el mismo porcentaje de quinceemeros, que no solían votar porque hasta IU les parecía muy conservador, que esta vez lo han hecho al tener a quien hacerlo, a Podemos, de ahí los resultados obtenidos.

Lo que sí me preocupa es quien ha sido el gran perdedor, el bipardisimo. Ni la gran coalición podría gobernar con este resultado, el PP y el PSOE se lo han de mirar muy bien. Los socialistas han de hacer una renovación de los pies a la cabeza y si quieren volver a ser alternativa de gobierno –pero una alternativa seria no la sección encorbatada del magma izquierdoso– deben huir de la tentación de elegir a otro Zapatero o Zapatera, necesitan un Redondo Terreros.

Por su parte, el PP ha de bajar de su torre de marfil –me refiero a los dirigentes, que los militantes hace tiempo que ni miramos a dicha torre– y demolerla. No podemos seguir haciendo el imbécil, creyéndonos nuestras propias excusas. La gobernabilidad de España está en juego y esto es lo suficientemente importante para no dejarla en manos de ineptos, arribistas e inanes, cuya única virtud ha sido ser lo bastante pelotas para que los mandamases les consideren de los suyos. Si no quieren que el partido se les disuelva como un azucarillo en el agua, han de darle vida. Y solo se le puede dar vida con democracia interna.

Si yo fuese dirigente del PP se me caería la cara de vergüenza, no sólo por los resultados electorales, sino por la campaña en sí. Solo hay que ver el poder de convocatoria y el perfil de los asistentes a los actos electorales del que se considera el principal partido de España, de Castilla y León y de Palencia. O se cambia, o esto se va por el sumidero.