El único déficit bueno es el déficit que no existe
Supongamos que usted tiene una casa y sistemáticamente golpea con un mazo los cimientos, no se extrañe si un día se le cae encima. Eso es lo que hace el déficit con la economía de un país. Ahora podemos discutir sobre las distintas maneras de golpear, la intensidad del golpe o el instrumento golpeador, pero lo único que evitará que la casa no se derrumbe será dejar de golpear. Por eso el déficit cero debe ser el objetivo. Salvo catástrofe, como lo ocurrido en Japón con el maremoto de hace unos meses, no hay gasto que no pueda esperar a otro ejercicio presupuestario. A excepción del pago de los intereses y la amortización de la deuda generada por ese déficit, lo cual redunda en mi argumento.
Y nunca, nunca, nunca se debe generar déficit en recesión. Siguiendo con el ejemplo de la casa, es como si en época de grandes inundaciones o fuertes vendavales, golpeamos más fuerte los cimientos de nuestra casa. ¡De locos, ¿no?!
Además, generar déficit es inmoral. Es gastar nosotros y dejar que paguen nuestros hijos. En vez de dejarles un país mejor, nos damos la gran fiesta y que limpie el que venga detrás. Que lo quieran hacer los políticos, que su largo plazo es a cuatro años vista, mal; pero que haya ciudadanos paganos –de pagar estos derroches– que lo apoyen, no llego a entenderlo.
El problema está que la izquierda, que cree que toda crisis se soluciona con el aumento del gasto público –bueno, en verdad, hay muchos que no saben las consecuencias del aumento de dicho gasto, pero si saben el rédito político que se consigue dándole a la manivela del presupuesto–, considera que algo de déficit siempre es bueno –lo que lo convierte en déficit estructural– o que es el margen que tienen para realizar políticas de izquierda, de lo social lo llamen ellos, de gastar lo que no se tiene lo llamamos los demás. Lo hemos visto en estos últimos años, que la fórmula aplicada por Zapatero –cuando era Zapatero– para solucionar la crisis ha sido aumentar el gasto público –metiendo gran parte de esos fondos en el sumidero del sector financiero– y, a parte de no solucionar nada, ahora, además, tenemos un problema de déficit –por gastar lo que no teníamos, ni siquiera lo que decían que aún teníamos– y no tenemos un problema grave de endeudamiento público porque partíamos de una situación de estabilidad presupuestaria envidiable, a falta de conocer el déficit oculto de las CC.AA.
Es por ello, que es necesario constitucionalizar la restricción al déficit, y esa restricción debería ser la prohibición total de generar déficit, como en el presupuesto de la U.E. Porque sino siempre habrá un gobernante tonto que nos hundirá en el endeudamiento para realizar políticas progresistas, es decir, gastar ahora a loco, sin preocuparse quien lo pagará después.