sábado, 31 de diciembre de 2011

Ignacio Cosidó, director general de la Policía

Esperábamos verle vestido de verde, pero al final ha sido de azul. Mejor, contador a cero. El PSOE ha dicho que es un duro. Como debe ser, duro con los delincuentes, no como ellos, que solo son duros con los ciudadanos: “el ministro quiere detenciones y las habrá” (en la falsa agresión a Bono en la primera manifestación de la AVT). Es la garantía que tenemos los españoles al tener un liberal al frente de la Policía Nacional.

Como persona espero que le vayan bien las cosas, por él. Como español espero que le vayan las cosas bien, por nosotros. Muchos consideran la economía como el principal problema al que nos enfrentamos los españoles, pero es en la lucha por la libertad donde verdaderamente nos jugamos nuestro futuro como Nación. Y considero que Cosidó pondrá a la Policía Nacional a trabajar en la buena dirección.

Los principales retos a los que se enfrenta – y los tendrán encima de la mesa el lunes, cuando tome posesión del cargo– son: la colaboración con la justicia en el caso faisán y en el 11-M, la derrota de eta y la eliminación de comisarios políticos dentro de las comisarías, amén de dejar de utilizar a los policías como arietes en ciertos experimentos sociales. Aunque no todo dependa del aún diputado palentino, que él esté en el ministerio del interior nos hace albergar nuevas esperanzas.

A pesar de que con su nombramiento como director general de la Policía dejará de ser diputado por nuestra provincia y que no tendrá tiempo para aburrirse con su nuevo quehacer, me atrevo a pedirle que no se desvincule de Palencia, porque de liberales no andamos precisamente sobrados por estos lares.

jueves, 29 de diciembre de 2011

La España cañí posmoderna

Andan de enhorabuena las comadres del marujeo audiovisual: auditando las cuentas del Rey en las corralas televisivas, van a disponer de carnaza para las fieras durante una temporada. Hasta ahora oculta tras el barniz de modernidad con el que hemos consentido engañarnos todos estos años, la España mísera de Galdós vuelve por sus fueros. Y con ella el resentimiento social, el genuino motor de la Historia, que no la lucha de clases como barruntaba el ingenuo de Marx. Hacen falta chivos expiatorios, y ni el espantajo de los malvados políticos resulta suficiente a fin de saciar la ira justiciera del tumulto. Torna, si es que alguna vez se había ido, la España atroz.

Pinche aquí para terminar de leer el artículo de Pepe García Domínguez en Libertad Digital.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Ministro de interior fuerte

Me comentaba el otro día una persona muy cercana a Rajoy, confirmado ayer por Pablo Montesinos en “Es la noche de César” de esRadio, que los nuevos estrategas de la mayoría absoluta del PP defienden la idea de poner en el ministerio del interior a un blando. El calculo es el siguiente: Nos interesa mantener a Rubalcaba en el PSOE, además un Rubalcaba suavecito. Esto se consigue teniendo el caso faisán latente pero sin que se lleve al exministro por delante.

Lo que no saben, estos listos de memoria corta, es que si Rubalcaba ve que no le muerden no lo considerará generosidad sino debilidad y morderá él. De lo que tampoco son conscientes es que hay una parte de la derecha sociológica, precisamente la menos cerril, que no ha votado el 20-N al PP porque consideran que el mamoneo que hay en la justicia, la traición con eta y la inmersión en la dictadura progre tan características del zapaterismo, no lo subsanará Rajoy. Y al resto no nos gustaría que tuviesen razón.

Así que, yo al menos, considero que poner a un centrista progre en el ministerio del interior sería un error muy grave, amén de que no dar la batalla de las ideas, no volver a la derrota de eta y no ayudar a que la justicia sea justicia sería una traición a sus votantes y a España. Para zapaterismo ya teníamos a Zapatero.

martes, 20 de diciembre de 2011

Rajoy presidente del gobierno

En unas horas Mariano Rajoy será investido como el nuevo presidente del gobierno, el séptimo en el reinado de Juan Carlos I. Se acabó el gobierno adolescente de Zapatero. Por el contrario, Rajoy deberá acometer la mayor reforma económica realizada en este país desde el Plan Nacional de Estabilización Económica del 59 y la más importante reforma institucional que hemos visto desde la transición.

Todo ello, superando la parálisis de una sociedad desencantada, de un empresariado criado en la jaula de oro del estatalismo, de una casta política desprestigiada –incluyendo una corona en sus horas más bajas–, con dos partes del territorio nacional encaminadas hacia la secesión, con una administración elefantiásica y con las libertades civiles en su cuota más baja desde la muerte del dictador.

Pero no ha de enfrentarse con las manos desnudas. Tiene una mayoría absoluta muy holgada en las cortes. Tiene un PSOE que no está para hacer oposición, al menos mientras esté el faisánico Rubalcaba, aunque seguramente tampoco esté para colaborar, simplemente no está. Y tiene a UPyD que no solo le puede acompañar en las grandes reformas y en la regeneración democrática, sino que en muchas ocasiones simplemente tendrá que sumarse a sus propuestas, dejando que sea Rosa Díez quien ponga el cascabel al gato.

En resumen, que como he dicho en otras ocasiones, Mariano Rajoy es la última esperanza para regenerar el sistema desde dentro. Si falla, la extinta constitución del 78 será sustituida por otra cosa, no sé por cual pero sí sé que no saldrá de ella.

jueves, 15 de diciembre de 2011

No hemos aprendido nada

Hace años era normal –execrable pero normal– ver a Idígoras en las cortes generales. Entonces, a los políticos de este país aún les quedaba mucho por aprender de libertades, de democracia y de terrorismo. Ahora, en teoría, todos sabemos bastante de terrorismo y de cómo acabar con los terroristas. En teoría sabemos que también son terroristas aquellos que están del lado de los pistoleros aunque directamente nunca disparen. En teoría lo sabemos, lo tendríamos que saber, y si no lo sabemos basta con leer la sentencia del Tribunal Supremo que dictamina que Batasuna es eta. Llegando a este punto, no es muy difícil concluir que Amaiur, que es Batasuna, es eta.

En teoría sabemos, tendríamos que saber, que por muchos votos que tengan, los terroristas no deben estar en las instituciones, y si Zapatero junto a unos jueces de nombre –que no de actos– nos les han puesto allí, hay que hacer lo posible por echarlos y hasta ese día, aislarles. A esos elementos no se les puede dar un grupo en el congreso, no hay que darles nada, ni siquiera saludarles.

Es por ello que apoyo, sin matices, el manifiesto presentado por la fundación DENAES, “No es esto, no es esto”. Y si defender esto es ser parte del ala dura del PP, se es, porque contra los asesinos hay que ser duro, es más, hay que ser implacable.

martes, 13 de diciembre de 2011

Una loca, loca, loca teoría que tengo

Un comentarista anónimo me ha sugerido que visite a un loquero, alegando que no debo andar muy bien de la azotea, por lo que escribo en este blog. Así que, aprovechando la libertad que me da este estado de enajenación mental, voy a relatar una teoría a la que llevo un tiempo dándole vueltas.

A nadie se le escapa que la situación institucional, administrativa y económica que tenemos en España es mala, tirando a peor. Que a Rajoy no le quedará más remedio que cepillarse la mitad del sector público, el leviatán en que se ha convertido la administración pública en nuestro país. Para llevar a cabo esta ingrata tarea necesita a una persona que sea respetada por los presidentes autonómicos, son las autonomías donde más ha de notarse el hachazo y que después de esto ya no aspire a nada, porque se quemará.

La persona indicada para dirigir este ministerio de Administraciones Públicas sería Juan Vicente Herrera, presidente de la Junta de Castilla y León. Aunque en la administración de la Comunidad Autónoma de Castilla y León también se han cometido los errores gastadores del resto de las administraciones regionales, estos no han sido tan graves como en otros lugares. Por ejemplo, aquí no tenemos canal de televisión pública. Es uno de los presidentes autonómicos más veteranos, es respetado por el resto, nunca ha tenido problemas con ninguno de ellos y después de ser ministro se iría tan contento a su casa. Y se ganaría la legitimidad cortadora, al hacerlo también en la comunidad que habría dirigido hasta el día anterior, Castilla y León.

Derivada primera: Al irse Herrera a Madrid, la presidencia de la Junta recaería en Carlos Fernández Carriedo. Primero, por lo evidente. Carriedo tiene el cargo de portavoz del PP en las cortes regionales –el mismo cargo que tenía Herrera cuando sustituyó a Lucas en 2001–, es una persona de la total confianza y totalmente leal al burgalés, ha sido su colaborador desde el principio, Carriedo está en política por Herrera y ambos profesan la misma ideología, el socialcristianismo asistencialista y providencialista que padecemos en Castilla y León. Pero lo que le hace el único candidato posible no es lo evidente, sino lo imprescindible. Castilla y León no es una región, son nueve provincias y hay que mantener el equilibrio entre ellas. Un vallisoletano nunca será presidente de Castilla y León, esto es algo que Villanueva ha tardado en comprender y por eso, ahora que lo ha hecho, se retira. Y Carriedo es lo más parecido a un pucelano que van a permitir el resto, por lo que no habría rechazo territorial. Por otro lado, el dontancredismo tan característico del presidente del PP palentino, en esta ocasión, sería lo que le daría la presidencia autonómica. Otros candidatos “con más personalidad” encontrarían demasiadas resistencias, por lo que tampoco tendría Carriedo el rechazo personal. Todo junto hace que el palentino sea el único que pueda sustituir a Juan Vicente Herrera al frente la Junta.

Derivada segunda: la presidencia de la Junta lleva aparejada la presidencia regional del PP, aunque tardase unos meses en hacerse efectiva. Por lo que quedaría vacante la presidencia provincial en Palencia. Aquí entran en juego ciertas componendas de nuevo cuño: una vez quitado de en medio Enrique Martín, sumado al ascenso de Alfonso Polanco al ganar la alcaldía de Palencia y a la marcha a Madrid de la secretaria provincial, Ángeles Armisén –en lo que algunos consideran que es una patada hacía arriba–, el círculo de poder provincial ha variado. Ahora, Carriedo no tendría ninguna resistencia para poner de presidente del PP de Palencia a José María Hernández, también denominado minoyo de Carriedo por una mente perversa de la derecha palentina que yo me sé. Con esto volveríamos al sistema mañuequista de aunar en la misma persona al presidente de partido y al de la diputación, pero todo ello sostenido por el presidente regional, Carlos Fernández Carriedo.

Bueno, pues esta es la teoría que me gasto. He llegado a ella, no por tener información privilegiada, sino por otear desde el majano de la política local. Puede que esté totalmente equivocado, o solo parcialmente equivocado, o totalmente acertado. No lo sé, ya se verá. De momento aquí la dejo para el que quiera, que la baile.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Me mola Juanje

El próximo día 13 Juan Jesús Blanco será nombrado procurador regional en sustitución de la recién elegida senadora, Ángeles Armisén. Desde esté blog incité a votar masivamente al PP en las regionales para que sacase el quinto procurador, que era viable, no solo para aumentar la distancia con el imposible PSOE que padecemos sino, también, para que Blanco llegase a ser procurador. No pudo ser entonces, pero ahora, aunque sea en segundas nupcias, lo ha logrado y me alegro.

Es bueno que no todos los representantes palentinos en las cortes regionales sean capitalinos pero además, el alcalde de Guardo, es una persona que tiene las ideas claras, que no va de divo, a pesar de gobernar el segundo ayuntamiento de la provincia y que no se enreda en las babosidades de lo políticamente correcto. Más de estos nos harían falta. Pondré un ejemplo: en la polémica de la construcción de un hospital en Guardo, cualquier alcalde de la localidad, a poco demagogo que fuese, estaría exigiendo a diestro y siniestro que construyesen dicho hospital y con eso se presentaría a todas las elecciones, vamos como Gallego con el soterramiento. En cambio defiende la no construcción de un hospital en su pueblo –me niego a llamar a Guardo ciudad, si Palencia es un pueblo con título de ciudad, Guardo es un pueblo, es lo suyo y es mejor– y lo hace con un sencillo, pero sincero argumento: no es viable construir un hospital en su pueblo. Defiende que la zona no genera, por ejemplo, tantas operaciones como para mantener un quirófano, es más, reconoce que ni él mismo se operaría allí, por lo que no se deben gastar ahí recursos que son necesarios en otro lugar. No puedo estar más de acuerdo.

Así que, un señor que tiene esa visión de lo público, que no cae en el paleto localismo, que tanto daño está haciendo a este país, es mi representante. Así que me alegro y me gusta que Juanje sea procurador en las cortes regionales. A mí sí que me representa.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

La fuente del olvido de Bono

Tras el triunfo electoral del PP y el hundimiento socialista, José Bono, el aún presidente del congreso, nos pide que nos sumerjamos en las aguas del mitológico río Lethes. Según los antiguos griegos beber de las aguas de este río hacía que las almas difuntas olvidasen sus vidas pasadas antes de reencarnarse. Y eso es lo que desea Bono, que todos olvidemos los siete años del zapaterismo para que él pueda reencarnarse en un español decente.

El exministro de defensa quiere que olvidemos como, en la época en que mandó sobre los ejércitos españoles, fueron estos denigrados, manipulados y vilipendiados como nunca antes. Después sería superado por la separatista Chacón. También desea que no recordemos toda la indecencia de Zapatero en su compadreo con eta, la nefasta gestión socialista de la economía, la política de división de la sociedad española y las manipulaciones del 11-M.

Al contrario que el expresidente de Castilla–La Mancha, yo recomiendo beber de las aguas del río Mnemósine, que provoca que lo recordemos todo, porque con lo que nos han hecho pasar estos golfos en estos siete años, lo último que podemos hacer es olvidar. De todas formas el cambio de gobierno hace, en ciertas personas, el mismo efecto que la ingestión de las aguas de dicho río, basta con ver los avances en la búsqueda de la verdad en el 11-M.

lunes, 5 de diciembre de 2011

La verdad en quiebra

La Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M, que representa a más de 650 víctimas directas de la masacre de los trenes de Atocha, presidida por Ángeles Domínguez y que está personada en todas las causas judiciales aún abiertas y que están relacionadas con los atentados del 11-M, está a punto de disolverse por falta de fondos.

Si quieres que la verdad sobre el 11-M tenga, algún día, la posibilidad de conocerse ayuda a esta asociación. Los medios para hacerlo son:

Llamando al teléfono de la asociación: 91 3118432.
A través de su página web.
Ingreso en el número de cuenta 2038 1766 55 6000436375.

11-M: SEGUIMOS QUERIENDO SABER

jueves, 1 de diciembre de 2011

Taller mecánico público

Anoche tuve un sueño. En verdad, fue una pesadilla. Soñé que todas las empresas eran públicas, incluyendo el único taller mecánico que teníamos en Palencia. Soñé también que tenía que cambiar el aceite de mi coche, un coche viejo y feo, pero era el que el Estado había decidido que me correspondía. El sueño transcurrió así:

Llegué con mi coche al taller pero tuve que aparcar en un descampado anejo, no había sitio en el parking. La culpa es mía, se me olvidaba que nunca se encuentra sitio a partir de las seis y media. Según me acercaba a la entrada del taller puede observar la escultura alegórica, con fuente incluida, que ocupa el espacio equivalente a un tercio de la zona de aparcamiento, que hay en la entrada. Pasé por debajo del gran cartel que reza: TALLER PROVINCIAL DE PALENCIA, y me puse en la cola.

A las ocho se encendieron todas las luces, ya solo tuvimos que esperar otros veinte minutos para que empezaran a atendernos. Mientras esperaba pude observar el taller, la nave ocupa unas veinte hectáreas, de las cuales solo dos son para el taller propiamente dicho, el resto están ocupadas por despachos para los mandos superiores, intermedios, medianos, pequeños y para los representantes sindicales. También hay salas de reuniones, de descanso del personal, de ocio, etc. La zona de taller está colapsada, hay dos coches por puesto, los pasillos están llenos de vehículos desmontados y cuando empieza la activad, se puede ver a mucho mecánico yendo de un lado para otro, sin pararse en ningún sitio.

A las diez llegó mi turno en recepción, no había puesto mi cartilla automovilística sobre el mostrador, cuando apareció un bata blanca que agarrando de un brazo al encorbatado que me tenía que atender, le dijo: “Oye, estoy desfallecido. Nos vamos a tomar un café.” Acto seguido, el encorbatado saca un cartel de debajo del mostrador, lo coloca sobre este y se va. En el cartel ponía: VOLVEMOS EN CINCO MINUTOS. Tres cuartos de hora después, estaba despistado mirando el techo cuando oigo un voz, que me increpa: “Vamos, vamos, que no tengo todo el día”. Era el encorbatado que había vuelto. Le entrego mi cartilla automovilística, la carta enviada por la Central de Auto donde me indicaba que tenía que pedir hora para cambiar el aceite de mi coche, el permiso de circulación, el certificado de penales, el Libro del Auto, mi cartilla de servicios públicos puesta el día y cuando le iba dar el resto de la documentación obligatoria, el encorbatado me dice: “Vale, vale, con esto se suficiente”.

Revisa la documentación entregada y me pregunta: “¿Cuántos kilómetros tiene su coche?”
–Quinientos cuarenta y ocho mil –respondí.
–Entonces, ¿por qué viene tan pronto? Aún le faltan dos mil kilómetros para cambiar el aceite. La carta es un recordatorio para que sepa que tiene la obligación de hacerlo, pero en su momento.
–Ya –dije bajando la cabeza– pero como luego tardan mucho en dar la cita me gusta venir con tiempo.
–¿Y en tres meses va a hacer dos mil kilómetros?
–Es que utilizo el coche para ir al trabajo –le respondí.
–Claro, así desgastamos el vehículo, como ya estamos los demás para arreglarlo. Así nos va, que nos salen los coches por las orejas. Si solo tenían que permitir comprar un coche a aquellos que realmente lo necesitan. Mucho vicio es lo que hay en este país –me dijo, sin mirarme, mientras me sellaba y databa la carta– Venga ese día y le cambiaremos el aceite. SIGUIENTE.

En ese punto, el sueño daba un salto en el tiempo y me llevaba al mismo sitio tres meses después. Esta vez había madrugado, allí estaba a las cinco de la mañana pero tampoco encontré sitio en el parking, los tres únicos sitios que no están reservados para empleados y cargos, ya estaban ocupados. Gracias a que había ido temprano, conseguí estar el sexto en la cola. Con un poco de suerte no tendré que hacer noche en el taller.

A las nueve, me hicieron pasar al taller. “Pasé al puesto número cinco” –me ladró el encorbatado que me recibió en recepción. No era el mismo del otro día.– “Dígale al anciano que está en el mismo puesto que le haga sitio. Que tienen que entrar los dos.” Para allá dirigí mi coche, evitando golpear a los que estaban siendo reparados en los pasillos. Tuve que ayudar al anciano a mover su coche, que era aún más viejo que él. Y allí nos sentamos los dos a esperar que nos atendieran.
–Y usted, ¿a qué viene al taller? –le pregunté al anciano.
–Yo, a que me inflen los neumáticos.
–Pero, para eso no es necesario venir al taller. Si no quiere hacerlo usted mismo, en cualquier gasolinera se lo hacen –le dije extrañado.
–Si, pero aquí me lo hacen mejor y como no tengo nada que hacer, no me importa esperar.

Y así pasamos las horas, el anciano y yo, hablando de nuestros coches. Que si me quejaba de que el mío era viejo y estaba mal, teníais que haber visto el de ese señor. Hacía siglos que se habían dejado de fabricar. A eso de la una de la tarde vino un bata blanca y me dijo: “Levante el capó del coche”. Lo examinó y mientras apuntaba algo en el formulario que traía, me preguntó: “¿Ha venido a que le cambien el aceite?”
–Sí –respondí lacónicamente.
–Bien, dentro de un momento vendrá un TCA (técnico en cambio de aceite) y le atenderá –me dijo sin dejar de escribir.– Y USTED –gritó dirigiéndose al anciano– OTRA VEZ AQUÍ. No sé da cuenta que nos hace perder el tiempo, que colapsa la atención mecánica al venir aquí para realizar arreglos que pueden hacérselos en cualquier gasolinera. Ahora mando a un TPA (técnico en pequeños arreglos) para que le inflen las ruedas y deje el sitio libre para aquellos coches que están estropeados de verdad. Y QUE SEA LA ÚLTIMA VEZ QUE VIENE PARA ESTO –terminó de gritar mientras se iba.
–Lo siento –apenas llegó a balbucear el anciano.

A las cinco de la tarde llegó un hombre vestido con un mono de trabajo. Miró mi coche y dijo dirigiéndose al techo: “Pero nadie ha retirado el aceite viejo de este coche. Claro se tocan las narices toda la mañana y nos dejan para el turno de la tarde los marrones.” Quitó el tapón del depósito del aceite y me dijo: “Cuando termine de salir todo el aceite, pulsa ese botón –señalando un botón rojo que había en la pared– y vendré para ponerle el nuevo” –miró al viejo, que aún estaba allí y sin decirle nada se fue.

Cuando dejó de gotear el depósito del aceite de mi coche, pulsé el botón rojo y una luz, también roja, se encendió en lo alto. Después de esperar dos horas, sin que el TCA viniese, salí del puesto para buscarlo. Lo vi saliendo de una sala. Le intercepté y le dije: “Oiga, ya ha terminado todo el aceite de salir.”
–¿Ha pulsado el botón rojo, como le dije?
–Sí, hace dos horas, pero no ha venido nadie.
–Bueno, pues espere allí un momento que en cuanto pueda me acerco. Y no salga más del puesto, que se llena el pasillo de gente y nos dejan trabajar –me dijo, mientras se iba en dirección contraria a donde esperaba mi coche.

Volví, me senté junto al anciano y esperé. A las doce de la noche, asomó la cabeza una bata blanca y nos preguntó: “¿Van a quedarse a dormir aquí? Se lo pregunto porque si se quedan no tenemos que pasar a ver como están los coches.” Miré al anciano y respondí por los dos: “Sí, nos quedamos.”
–Perfecto, si necesitan algo nos llaman pulsado al botón rojo.
–Perdone, señorita –le dije, levantándome y antes de que terminase de irse– ¿Cuándo van a terminar de arreglarnos los coches?
–No se preocupe, el fin de semana lo pasan en casa. Ya verán –me respondió, mientras se iba, impidiendo que le diese la réplica.

A la mañana siguiente a eso de las doce, vino otro hombre vestido con un mono de trabajo y arrastrando un compresor. Sin decir nada fue inflando las ruedas del coche del anciano. Cuando terminó, firmó un papel, se lo entregó al viejo y le dijo: “Pasé por recepción antes de irse.” Recogió la manguera del compresor y se fue.
–Bueno, pues yo ya he terminado. Al final no sido para tanto –me dijo el anciano, sonriéndome.
–Hombre, según se mire –le dije– y ya sabe, la próxima vez vaya a una gasolinera.
–¡Las narices! La próxima vez vuelvo aquí y si les molesta que les den. Que para eso están –dijo, poniendo los brazos en jarra– pues nada, lo dicho, que le sea leve y nos vemos –y con esas se fue.

A las seis, por fin, me pusieron el aceite nuevo. Pero el TCA me informó que para comprobar que este asentaba bien, lo mejor sería que pasase la noche en el taller y que al día siguiente ya podría llevármelo, siempre y cuando le prometiese que al principio no le forzase mucho y que los primeros días iría al trabajo andando.

Al día siguiente, a las doce, cuando estaba rellenando la documentación para poder sacar el coche del taller. El recepcionista, que volvía a ser el encorbatado del primer día, me dijo: “Vete pensando en hacerle una revisión completa al motor, que aquí pone que el cárter (sí, en el mundo de los talleres mecánicos públicos, los coches aún tiene cárter) no anda nada bien.”
–Yo tenía la intención de poder cambiar de coche en los próximos años. He oído hablar de uno que tiene las ventanillas que se bajan y se suben con un botón.
–Pues lo tiene claro. Este coche aún tiene al menos quince años de vida. Y el coche de que me habla es un coche de mucha categoría, solo asequible a los políticos, altos funcionarios y al presidente de la federación de asociaciones de vecinos. Ni usted, ni yo llegaremos nunca a tener uno de esos –me dijo, mirándome con altanería.
–Vaya, con la ilusión que me hacía. Para esa revisión, ¿puedo pedir cita ahora? –pregunté.
–No, aquí no es. Tiene que pedir cita con el vendedor de coches que le corresponda, este le revisará el coche y le dirá si realmente le hace falta dicha revisión. Si le hace falta, le dará un volante, que deberá presentarlo en la delegación provincial de la Central del Auto y ya le mandarán una carta con la citación. ¿Le ha quedado claro?
–Sí, sí, muchas gracias por todo –le dije, recogiendo toda la documentación y saliendo a la calle donde mi coche me esperaba.

Entonces me desperté, empapado en sudor, pero feliz por no vivir en un mundo donde los talleres mecánicos son públicos. Me he duchado y vestido rápido porque tenía cita con el médico. Y aquí estoy, escribiendo esto desde la sala de espera del hospital. En cualquier momento me llaman.