Un año más sin Miguel Ángel Blanco
En la clausura de la conferencia política del Partido Popular de la semana pasada el presidente del gobierno y del PP, Mariano Rajoy, en referencia al edil torturado y asesinado hace dieciocho años, Miguel Ángel Blanco, afirmó lo siguiente: “Hoy tendría 47 años, probablemente habría formado una familia y, seguro, estaría militando en el PP y estaría aquí con nosotros, debatiendo sobre lo que nos piden los españoles y nosotros podemos ofrecerles.”
Podría haber sido así y Miguel Ángel Blanco habría sido testigo de primera mano de cómo su partido había dejado de apoyar a las víctimas del terrorismo. De cómo Mariano Rajoy había asumido la política “antiterrorista” de Zapatero. De cómo los terroristas salen de las cárceles sin haber penado por sus crímenes. De cómo eta está consiguiendo sin matar lo que buscaba matando. De cómo el PP vasco ha pasado a la insignificancia política. De cómo un tal Maroto, tras salir del armario en Vitoria, se había metido en una alcantarilla en Madrid.
Pero así no fue. Lo que ocurrió es que el 12 de Julio de 1995 eta le asesinó, tras retenerle durante dos días, con la escusa de que el gobierno no había cumplido su exigencia de acercar los presos etarras a las cárceles vascas. Exigencia que ni material, ni moralmente se podía cumplir. Con su muerte nació el Espíritu de Ermua, donde la Nación Española consciente de sí misma y viéndose atacada por los terroristas, salió a la calle para exigir a los políticos que acabasen con el terrorismo a través de los instrumentos acordes al estado de derecho. Porque la victoria sobre eta debía ser policial, política y, sobre todo, moral. Y si no hubiese sido por Zapatero y por Zapatero dos, que ahora nos gobierna, así habría sido.