Un año en el ayuntamiento

Siempre he defendido la tesis de que Alfonso Polanco tuvo suerte al ser elegido alcalde en esta legislatura. Bueno, suerte, suerte, no. A él, como a cualquier político de la España actual, le gustaría tener un presupuesto superlativo para poder gastar a manos llenas. Si digo que tuvo suerte es porque, salvo que haga alguna barbaridad muy gorda, todo está alineado para que dentro de tres años repita la mayoría absoluta.

La visión de la ciudadanía con respecto a lo público ha cambiado mucho en este último año. Ahora exigen, en especial a un ayuntamiento, una buena “gestión de lo pequeño”. No quieren que les hagan un gran puente, sino que se mantenga en óptimas condiciones el que ya existe. Esto implica que en vez de un gran ingeniero, lo que el ayuntamiento necesita, es un operario que se “dé la chaqueta” apretando tornillos. Y para esto último vale casi cualquiera, basta con echarle ganas. Digo que vale casi cualquiera porque hay concejales que el mejor servicio que pueden hacernos es hibernar hasta el final de la legislatura. Lo cual no es un problema, porque Polanco tiene concejales de sobra y que le sobran.

Básicamente, la gestión de lo pequeño, es lo que ha venido realizado el ayuntamiento en este año y lo que realizará en lo que le queda de legislatura. Por eso nadie le reprocha que se haya olvidado del soterramiento del vial. Espero que el alcalde hay descliqueado en facebook el “me gusta” del estudio de arquitectura que les “vendió” la rocambolesca idea. Ya solo nos falta que nos cuenten toda la verdad sobre el hundimiento de las vías del tren, al igual que van a hacer con La Tejera, para que algunos seamos felices del todo.

Otra cosa con la que la ciudadanía se ha vuelto especialmente sensible es con el nepotismo, que junto a la asunción de nuestra propia responsabilidad, nos hacen avanzar como sociedad democrática. Y no con refrendas absurdas como propusieron, el otro día, los sindicaleros. La gente se ofende, y mucho, no solo cuando los casos de mamoneo se dan a lo grande, sino que también cuando se dan al detalle. Por ejemplo, aún se comenta el regusto amargo que dejó aquel cambalache entre el personal de confianza de la diputación y del ayuntamiento. El nepotismo puede ser la tumba política de Alfonso Polanco si no se cuida de la cohorte de aduladores que le están saliendo como setas en un octubre lluvioso. Tampoco nos habría venido nada mal, que se hubiese explicado algo mejor lo que algunos exageradamente han llamado el yogurtgate. Que ha dejado la sensación de que algo malo hay y que se quiere tapar.

Y poco más se me ocurre decir del primer año del gobierno local de Polanco. Podría haber escrito sobre la oposición, pero me da pereza, casi la misma que les da a ellos hacer oposición.