Federico Jiménez Losantos tiene suerte
En España hay periodistas que envidian a Federico Jiménez Losantos por la oportunidad que tiene para exponer sus ideas, con total libertad. Hay otros periodistas –la mayoría– que le odian porque, en el caso de tener esa misma libertad, no sabrían que hacer con ella. En el primer grupo se hay gente como Graciano Palomo que apenas unos días atrás pedía la vuelta de Aznar y hoy se ha convertido totalmente al “marianismo”. Porque lo importante es capear la crisis. En el segundo grupo hay una lista interminable de escribanos del poder –o de la oposición–. Son capaces de contrargumentarse a sí mismos en cuanto cambia el paso político. Aquí nos encontramos a Federico Quevedo, un periodista, que en su libro “Pasión por la libertad” –prometo intentar por enésima vez terminarlo–, ha calificado a Adolfo Suárez de liberal-reformista, camisa azul incluida. Por eso Losantos tiene suerte, gracias a trabajar en la COPE puede decir lo que quiera, incluso opinar en contra de la “propiedad”.
La COPE es una aberración democrática. Pero lo es, no por lo que dicen los que quieren cerrarla, sino por lo contrario. Si en España hubiese una verdadera democracia, con una verdadera libertad de expresión, si los periodistas pudiesen desarrollar su labor en libertad, si los medios de comunicación no dependiesen del poder político y no necesitasen la protección de algún partido para sobrevivir; podría la emisora de los “curas” dedicarse exclusivamente a labores pastorales.
Con el “antenicidio” se produjo el fin de una tímida pluralidad informativa nacida al calor de la transición. En esas circunstancias la Iglesia, que poseía una cadena de radio de concepción generalista, acogió en su seno a los exiliados. Con esta decisión la Conferencia Episcopal Española apostó por la defensa de las libertades civiles como ningún otro empresario de la comunicación en España. Porque solo una institución como la Iglesia puede mantener en la actualidad española una postura de defensa de la libertad de expresión. Esta postura la ha mantenido frente a todos los poderes fácticos nacionales, e incluso frente a su propia postura, como ocurrió en el caso del apoyo político de España a la invasión de Iraq. Gracias a lo cual muchos españoles, que no somos católicos, nos sentimos agradecidos y valoramos positivamente a la “institución”. Por eso todos los años marco la “x” en su casilla, también ayuda ver al engreído de Andreu Buenafuente defender lo contrario.
Los “obispos” pueden mantener esta postura porque su influencia, su labor evangelizadora, no depende de los índices de audiencia de la COPE. Los fondos para realizar su labor social no dependen de los ingresos de la cadena. La Iglesia es influyente porque todos los domingos se oye su voz en todas las parroquias de España y su visión nos llega incluso a los que pisamos una iglesia. Por eso la mayor manifestación de la historia de España la consiguieron las asociaciones afines en contra de la LOE en noviembre de 2005.
El día en que los medios de comunicación –si llega– puedan dar ese grado de libertad a sus periodistas, podrán los “curas” transformar la COPE en Radio María y dedicarla exclusivamente a labores pastorales. Mientras tanto habrá muchos interesados en directamente cerrarla y otros en heredarla, incluyendo el puesto del comunicador más influyente que hay en la actualidad: Federico Jiménez Losantos. Así lo califica José María García, otro, que recuperado de su enfermedad, aspira a sustituir al turolense. Tira de la sotana a los “cardenales” –que anteriormente dejó colgados–, enseña sus credenciales de católico practicante y se presenta como el único sustituto que evitaría el socavón que produciría la salida de Federico. No se si “la propiedad” se dejará embaucar pero si Jiménez Losantos se va de la COPE el único que tiene la libertad que da tener el riñón bien cubierto y la ausencia de pelos en la lengua para denunciar los desmanes patrios es “Butanito”. Pero lo que no tiene es la capacidad de discernir a largo plazo como hace Federico. Amén de las “butanadas” que le asalten de vez en cuando.
La COPE es una aberración democrática. Pero lo es, no por lo que dicen los que quieren cerrarla, sino por lo contrario. Si en España hubiese una verdadera democracia, con una verdadera libertad de expresión, si los periodistas pudiesen desarrollar su labor en libertad, si los medios de comunicación no dependiesen del poder político y no necesitasen la protección de algún partido para sobrevivir; podría la emisora de los “curas” dedicarse exclusivamente a labores pastorales.
Con el “antenicidio” se produjo el fin de una tímida pluralidad informativa nacida al calor de la transición. En esas circunstancias la Iglesia, que poseía una cadena de radio de concepción generalista, acogió en su seno a los exiliados. Con esta decisión la Conferencia Episcopal Española apostó por la defensa de las libertades civiles como ningún otro empresario de la comunicación en España. Porque solo una institución como la Iglesia puede mantener en la actualidad española una postura de defensa de la libertad de expresión. Esta postura la ha mantenido frente a todos los poderes fácticos nacionales, e incluso frente a su propia postura, como ocurrió en el caso del apoyo político de España a la invasión de Iraq. Gracias a lo cual muchos españoles, que no somos católicos, nos sentimos agradecidos y valoramos positivamente a la “institución”. Por eso todos los años marco la “x” en su casilla, también ayuda ver al engreído de Andreu Buenafuente defender lo contrario.
Los “obispos” pueden mantener esta postura porque su influencia, su labor evangelizadora, no depende de los índices de audiencia de la COPE. Los fondos para realizar su labor social no dependen de los ingresos de la cadena. La Iglesia es influyente porque todos los domingos se oye su voz en todas las parroquias de España y su visión nos llega incluso a los que pisamos una iglesia. Por eso la mayor manifestación de la historia de España la consiguieron las asociaciones afines en contra de la LOE en noviembre de 2005.
