jueves, 16 de julio de 2009

La caradura de la izquierda

En estos últimos días han proliferado los casos en los que el progresismo ha exhibido su extravagante y oscilante tabla de valores. Citemos algunos. El caso de China ha sido, en este sentido, ejemplar. Y no ha importado que la minoría agredida haya sido la musulmana, tan querida, vaya usted a saber por qué, por el progresismo. Tampoco ha sido relevante el hecho de que el gobierno de Pekín intente resolver la crisis a golpe de pena de muerte. Es, por cierto, esta institución, la pena capital, uno de los mejores ejemplos de la contradicción moral (si se prefiere, cinismo) del progresista: execrable, pongamos, en Texas, pero respetable en Cuba o China. España no ha sido menos que otros países. De llamada a consultas al embajador en China, nada de nada. Asunto interno. Irán tampoco le ha ido atrás. Apenas alguna queja sobre el fraude electoral y la represión de la oposición. Una vez más, el islamismo radical como compañero de viaje del progresismo. Podríamos seguir: Irak, Afganistán,… O el G-8. Dado que al frente de la gran potencia hay un progresista, o, al menos, alguien idolatrado por ellos, la denuncia de la insolidaridad internacional, del egoísmo de los ricos y de la rapiña capitalista está siendo, al menos de momento, casi inexistente. Pero existe un caso, pequeño en dimensiones, pero enorme como síntoma: Honduras. Y aquí no han faltado tampoco algunas compañías inesperadas. Casi unanimidad en la condena del “golpista” Micheletti y casi unánime adhesión al “despojado” Zelaya. Tengo por costumbre recelar de todo lo que apoyan personajes como Chávez o Castro. Y aquí he seguido, en principio, la saludable pauta, a pesar de la posición de Estados Unidos, de la Unión Europea y de la ONU. Pero existe un “pequeño” problema. La Constitución hondureña prohíbe la reelección del presidente. A pesar de ello, Zelaya aspiraba a ser reelegido en 2010. Para ello, convocó un referendo ilegal. El Parlamento y la Corte Suprema rechazaron la medida. El ejército, también. Al margen de la valoración de la actitud de Micheletti, lo cierto es que el primero que vulneró la Constitución fue Zelaya. Pero como quiera que Zelaya está apoyado por esos dos apóstoles el progresismo, Castro y Chávez, aquí el golpista es Micheletti. Y es que, claro, la limitación de los mandatos es esa pérfida institución liberal que impide que los déspotas se perpetúen en el poder. Pero lo cierto es que si Zelaya no puede ser depuesto por la fuerza, tampoco puede permanecer en el poder contra la Constitución, es decir, por la fuerza.

Lea el artículo completo de Ignacio Sánchez Cámara colgado en la fundaciónburke.org titulado “Contradicciones morales del progresismo”.

3 comentarios:

  1. Con "caradura" estas siendo verdaderamente magnánimo.

    Me vienen a la cabeza una docena de calificativos mucho mas ajustados y algo menos reproducibles.

    Saludos.


    John W.

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  2. Excelente el artículo de Ignacio Sánchez Cámara en la Fundación Burke, vuelve a quedar constatada la doble moral de una izquierda canallesca que calla ante tiranías "ideológicamente amigas" mientras se la da de adalid y abanderada de causas supuestamente magnánimas, y no hace otra cosa que mantener una actitud farisaica defendiendo a colegas totalitarios con los que no sólo son condescendientes, sino incluso a los que rinden pleitesía, mientras callan ante las salvajadas que éstos cometen, e incluso los copian, imitan y emulan restringiendo las libertades individuales, conculcando derechos y extendiendo el poder estatista del gran hermano orwelliano y el mito del hombre nuevo rescatando los puntos más negros de tiempos pretéritos, la nueva izquierda es populista, caudillista, que ansía perpetuarse en el poder, que se alía con tiranos de la peor calaña y después pretende erigirse en juez de los demás intentando dar lecciones de moral, una moral estatal que pretenden imponer como nueva religión secular del Estado inoculando el componente ideológico del partido en el gobierno, y así presentar como demócratas a Chávez, Fidel y toda esa patulea de execrables tiranozuelos con los que tanto tiene en común nuestra izquierda de hoy. Totalmente de acuerdo con el artículo y todo un acierto tratarlo aquí y seguir desenmascarando la doble vara de medir de estos sinvergüenzas caraduras que pululan por la izquierda de cordones sanitarios antidemocráticos, de parásitos y titiriteros subvencionados que defienden regímenes tiránicos, y de ignorantes "planetarios" que se creen líderes mesiánicos y no son sino el mayor problema para los ciudadanos, y sobre todo para sus libertades. Así nos va.

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  3. "Honduras
    Las infecciones de Chávez
    Hernán Felipe Errázuriz

    Ni en sus delirios soñó Chávez el apoyo que recibirían sus intervenciones a favor de sus aliados. Decían que era un payaso; luego, los pragmáticos lo ignoraron, para no potenciarlo. Logró facilidades para que Cuba retorne a la OEA. Ahora, pretende reponer sin condiciones al destituido presidente de Honduras. Hasta hace poco, sólo Venezuela, Cuba y Bolivia formaban el ALBA. Ahora son nueve. Todos para perpetuarse y controlar todas las instituciones públicas. "Son la economía y las instituciones, estúpido", es la clave de Chávez para extenderse en la región.

    Se cree que en Chile estamos blindados de los males externos, incluso de las infecciones de Chávez: él tiene sus adelantados, los financiará y goza de alguna acogida en nuestras autoridades. Nos vanagloriábamos de nuestro patrimonio sanitario, pero somos de los más infectados del planeta: plantas, bosques, porcinos, bovinos, abejas, salmones y lo que nos corresponde del Arca de Noé –ahora, hasta los humanos– están azotados por plagas importadas. Chávez también nos puede salpicar.

    En Honduras Chávez apoyó al díscolo Zelaya. Una vez que lo enganchó, lo instó a reelegirse, le proporcionó fondos y urnas para un plebiscito declarado inconstitucional. Zelaya insistió y destituyó al jefe militar, contrario a imponer el referéndum. A la sentencia de restituir al uniformado y a su enjuiciamiento por abuso del poder, Zelaya respondió con desacato. Fue destituido por el Congreso. Creía que bastaba con ser elegido para ser demócrata, como Hitler, Chávez y tantos otros. Tras su suspensión, asumió temporalmente el poder el presidente del Congreso. Casos similares de gobiernos civiles de transición se han sucedido sin reparos en la región. La OEA decidió intervenir, pero erró al sumarse sin más al ultimátum chavista.

    Los hondureños en aprietos y la comunidad internacional expuesta al ridículo. Atizados por América Latina, con rapidez inusual, Obama y la ONU, aún indecisos sobre Corea del Norte e Irán, se unieron a Chávez en las condenas al segundo país más pobre de la región. Lo mismo hizo la Unión Europea, que tardó meses y un genocidio para intervenir en los Balcanes. Hasta Cristina Kirchner, derrotada y en emergencia sanitaria, pretendió viajar a Honduras para reponer a Zelaya. El ultimátum no resultó. El supuesto golpe no es claro; ahora tendrán que negociar, elegir un nuevo gobierno y rechazar las aspiraciones eternas de Zelaya. Da igual, todos se declararán vencedores. Así parece entenderlo finalmente Estados Unidos, que no puede compartir fórmulas de hecho, a favor o en contra del chavismo.

    Si un marciano viera este espectáculo, retornaría a Marte."

    © AIPE
    Hernán Felipe Errázuriz es abogado chileno, ex ministro de Relaciones Exteriores.


    Más:

    http://www.libertaddigital.com/opinion/autores-invitados/alba-o-el-renacer-de-la-union-sovietica-49982/

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