
Hasta el médico mas torpe sabe que para atajar una enfermedad hay que ir a su génesis. Y si esa enfermedad es un cáncer extenso no sirve de nada si solo se da quimioterapia a una parte, hay que acabar con todas las células cancerigenas si se quiere salvar al cuerpo.
La humanidad está enferma -algunos dirán que siempre ha estado enferma- pero esa enfermad no es ni el hambre, ni la pobreza, ni la alta mortandad en ciertos lugares, ni por supuesto la recientemente creada religión new age del cambio climático. Algunos de estos males son solo síntomas, el génesis de la enfermedad que padece la humanidad es la tiranía. Una gran parte de la humanidad viven bajo regímenes de opresión donde no se respetan un mínimo de derechos, de libertades. Quizás estemos en el momento histórico donde haya menos seres humanos bajo una dictadura -depende mucho de cómo califiquemos a Rusia-, aún así hay muchos, el ideal es que no haya ninguno.
Acabar con esta enfermedad no es tarea fácil, primero hay que desear acabar con ella, segundo estar dispuesto a sacrificarse por lograrlo y por último hacerlo. Para poder llevar a cabo el primer punto es previo reconocer que existe este problema y eso no se dará hasta que la sociedad occidental actual no se desprenda del relativismo neomarxista que la impregna. Hay que negarse a asumir la idea de que los regímenes dictatoriales son otra forma de regirse que tienen algunos pueblos. Tampoco es cierto que haya pueblos que no puedan vivir en democracia, la democracia es consecuencia de la libertada individual y esta es inherente a todo ser humano. De no ser así, nunca habría habido democracias en el mundo. Y recordar que la democracia se puede imponer desde fuera, véase el caso de Japón tras la segunda guerra mundial.

Cuando una persona afectada por un cáncer decide intentar acabar con él, sabe que tendrá que sufrir un durísimo tratamiento durante meses, que durante ese periodo, su vida se centrará en la lucha contra la enfermedad pero después, tras vencerla, tendrá una vida mejor. En el caso de la lucha contra la tiranía los meses se transformarían en generaciones pero la victoria llevaría a la humanidad a cotas de desarrollo, en todo ámbito, inimaginables en la actualidad. Se acabaría con las guerras, el hambre, la pobreza, las injusticias y la humanidad estaría, al fin, compuesta, en su totalidad, por seres humanos.
Soy consciente que la sociedad occidental -la única libre y la que tendría que llevar a cabo este proyecto- no está dispuesta a soportar el sacrificio necesario. Tampoco sus líderes están dispuestos a pedirles este sacrificio. Y que hay muchos poderosos que prefieren el escaso beneficio a corto plazo -normalmente monetario- a los grandes beneficios procedentes de la utilización eficiente de los recursos como consecuencia de la globalización en derechos humanos. Esta sería la verdadera globalización, donde toda la humanidad fuese partícipe de todos los avances, y por lo tanto se avanzaría mucho más y más rápido.
Pero la consecuencia más beneficiosa de este nuevo mundo sería que, independientemente del tipo ordenación política a la que fuésemos sometidos, habría un mínimo de derechos individuales garantizados y que si los responsables locales no nos los respetasen vendrían de fuera a defendernos.