Lamiendo mermelada
ENHORABUENA Alberto. Por hacerlo tan bien. Por canalizar fuerzas y buenas intenciones hacia algo que ha conseguido unir almas arrebatadas de rencores y rabias, por tejer la esperanza de que juntos siempre llegamos mucho más lejos. Por convencernos de la importancia del proceso, aunque no nos guste el resultado. Por hablarnos de otras cosas, en un momento en que la mentira, el insulto, el desencuentro, las descalificaciones, el desamor o la venganza ocupan en tus compañeros de oficio el tiempo que deberían emplear en cuidar de nosotros. Porque nosotros sólo sabemos lo que nos cuentan. Y lo que nos cuentan, no hay quien se lo crea. Por eso, verte a ti, con una sonrisa, durante meses, defendiendo a lo largo y ancho del planeta todo lo bueno que tiene nuestra ciudad, Madrid, para acoger al mundo, ha resultado emocionante. Esperanzador. Limpio. Diferente. Y te ha mantenido al margen, gracias a Dios, de esa mierda que siempre salpica y que no te pertenece. A ti no.
Me gustó verte junto a Zapatero, al que sabes que quiero, unidos por una corazonada. Porque la mía es que, presuponiendo el talento, y la dolorosa lucidez, la buena gente siempre sobrevive a los zarpazos pasajeros. Es el mejor antídoto ante las malas intenciones. Me gustó mucho veros a todos juntos, entre abrazos y lágrimas, unidos por algo, para algo bueno. Para algo nuestro. De todos. Resultaba insólito, asombroso, veros luchar por algo común, con esa entrega, con absoluta seguridad, con toda convicción. Y de la mano. Vuestra defensa de la candidatura nos sacudió, por dentro y por fuera. Porque pudimos recordar quiénes somos. Y somos muchas cosas buenas, que normalmente olvidamos para escupir las malas. Decías ayer que en el deporte el único fracaso es rendirse. Como en la vida. Y tú no te rindes. Nunca lo has hecho. Has movilizado a miles de personas que habitualmente andamos sordas, mal acostumbradas a palabras necias. Pero ayer pudimos escuchar a Juan Antonio Samaranch, a sus 89 años, mirar a los ojos del mundo y pedir una última oportunidad. A nuestro Rey hablar de sus nietos. A Raúl esbozar una preciosa sonrisa de vulnerabilidad. Al Presidente del COI darnos la enhorabuena. Ayer nos miramos. Nos escuchamos. Y saltamos de alegría. Y lloramos de rabia y de confusión cuando escuchamos el nombre de una ciudad que no era la nuestra. Y lo hicimos juntos. Porque España, en este momento, lo hubiera agradecido. Porque el deporte nos hace iguales. Sí, nos hace iguales. Y nos empeñamos con uñas y dientes en marcar la diferencia.
Gracias por todo Alberto. De corazón.
Léalo en el sitio original.
Ironía finísima.
ResponderEliminarO durísima
ResponderEliminar¡Qué empalagoso! Es vomitivo ese peloteo de la famosa titiritera hacia el prisaico despilfarrador, alcalde de la villa y corte, con más ambición que Garzón, que ya es decir, pero con el mismo ego y excesos de vanidad. No es de extrañar la megalomanía del ex-secretario general de Alianza Popular con artículos cursis plagados de loas pueriles como las un espécimen de la progresía como Caye. Después de quitarse de encima a personajes como Carlos Boyero o Javier Ortiz, será de las pocas excepciones que quedan en EL MUNDO, y no le queda otra que dorar la píldora, hacer la rosca, y si es necesario la campaña (como a ZP), al ahijado político de Fraga. Ojalá fuese un simple sarcasmo bien traído de la Guillén Cuervo. Lástima que sea una pastelada sonrojante que sólo puede llevar a la hilaridad. Pero qué patético...
ResponderEliminar