
El otro día,
Pepe Blanco volvió a sacar la guerra de Iraq, esta vez, para culparla de la “crisis” y por ende al PP. Esa imagen me ha retrotraído a la primavera de 2003. No había terminado de apagarse los rescoldos del
Prestige cuando comenzaron las protestas contra la invasión de Iraq. No había rueda de prensa del PP donde no se preguntase sobre el tema, ya podía ser la del Ministro de Fomento, como la del último concejal del último pueblo para presentar el programa de las fiestas patronales. Nunca he entendido el interés que podía tener un periodista local sobre la postura de un
concejalito sobre la “guerra de Iraq”. Bueno, si lo entiendo, intentaba buscar la disidencia aprovechando el desconocimiento del preguntado. Recuerdo
un alcalde del PP, un señor que profesaba la religión musulmana, de un pueblo de Galicia que se opuso al gobierno y a falta de otra cosa, le sacaron en todas las televisiones nacionales.
En aquella época, durante la campaña electoral de las municipales de 2003, asistía yo a un curso para aprender a expresarse en público impartido en la sede del PP en Palencia, por aquel entonces aún era candidato al ayuntamiento de mi pueblo –nunca sabrás el favor que me hiciste José
Antonio, aunque no fuese esa tu intención, al no dejarme continuar–. Para demostrarnos el poder de la comunicación, el encargado del curso,
Antonio Sola, nos lanzó la siguiente pregunta: ¿cuántos soldados ha enviado España a la guerra de Iraq?. Las respuestas fueron de todo tipo pero nadie acertó con la correcta. La respuesta era cero, ninguno. Candidatos a la alcaldía de los municipios más importantes de Palencia (Aguilar de Campoo, Herrera de Pisuerga, Astudillo, Becerril de Campos,…), cargos provinciales y regionales del partido, etc. no tenían la información necesaria para contrarrestar las manipulaciones de los adversarios. Pero Palencia no era una excepción, pasaba en toda España, en todo el partido. También en el gobierno, recuerdo como se quejaba al respecto
Jesús Posada.

El presidente del gobierno,
José María Aznar, decidió apoyar a la coalición –la famosa foto de las Azores– con la inmensa mayoría de la población español en contra. Seguramente algunos menos si hubiésemos sabido que no había tropas españolas en batalla. Fue una decisión personal. Vio la oportunidad de encaramar a España a la cúspide internacional, como socio preferente de USA, y se lanzó sin dudarlo. Yo hubiese hecho lo mismo. El fallo fue no querer asumir las consecuencias de esa política. No permitió la crítica interna, que lograría quitar argumentos a la izquierda. No quiso explicar convenientemente el caso: España no decide si hay guerra, solo puede apoyarla o no. Si la apoya, tendrá grandes beneficios, con un pequeño coste, solo era apoyo político. Además había que sumar que gracias a USA se había solucionado la invasión de la isla Perejil sin violencia. Pero en vez de eso dijo: “los españoles deben confiar en mí”. No lo teníamos claro los suyos como para esperar algo de los otros.
También hay que tener en cuenta que el “endiosado”
Aznar no fue consciente de que a muchos españoles no nos gustaban gestos como: la boda de su hija, el
“charloteo” de la sucesión, etc. Pero lo que nunca valoró adecuadamente fue que la no–España no le perdonaba que hubiese ganado por mayoría absoluta en el 2000. Creyó que obteniendo 10 millones de votos, que haciéndolo bien en economía, dejando a ETA herida de muerte, y a España a la puerta del G–8 y entre los líderes mundiales, se había ganado el puesto dejado por
Felipe González –emperador todopoderoso de las Españas–, pero era todo lo contrario. Si hubiese fracaso se lo habrían perdonado, pero al triunfar no. Esto demostraba que había alternativa al socialismo, y que esa alternativa era mejor. Tampoco le sirvió de nada dejar de rehén a su mujer, en manos de la sección
pepera de PRISA, era su modelo lo que había que hundir.
La no–España le permitiría a
Aznar ser presidente del gobierno, en minoría raquítica, mientras el PSOE estaba ocupado en otros menesteres más importantes, como reorganizarse y reoxigenarse después del desgaste sufrido por 14 años de gobierno. Necesitaba un tiempo para limpiarse de la corrupción y de tanto lastre que llevaba encima, pero una vez hecho, debería volver al gobierno, su sitio natural y la derecha al sillón blanco del Ministerio de la Oposición. Pero tras elecciones de 2000 sacaron la siguiente conclusión: Estos han venido para quedarse, no se van por las buenas. Y si funciona la sucesión podemos tener PP para rato, y lo que es peor, pueden tener la tentación de realizar las reformas que rematarían lo que en 1978 no se supo rematar.

Puede que sea eso lo que le hayan prometido a
Rajoy, que será presidente del gobierno mientras buscan un recambio para
Zapatero. Le dejarán solucionar la crisis y alicatar la Confederación Española nacida del Estatut, y así pasar a la historia como un buen presidente gestor, que es lo que él quiere. Quizá él y los mediocres que le acompañan se conformen pero yo no. Y creo que muchos españoles tampoco. Nos gustó la España que empezamos a vislumbrar durante el gobierno
Aznar: una España moderna, liberal, competitiva en lo económico, respetada en el exterior y orgullosa de si misma. Por eso reniego de los cobardes y de los vagos que prefieren conformarse con la mediocridad del socialismo ramplón en vez de aspirar, y trabajar, por cambiarlo. El pueblo español –al contrario que los pueblos vasco, catalán, castellanoyleones, etc. que son
“engañatontos” perpetrados por aprovechados– es un gran pueblo, lo ha demostrado en numerosas ocasiones a lo largo de la historia, y se merece una gran Nación y un sistema verdaderamente democrático que sirva para desarrollar las potencialidades que poseemos. Y no este postfranquismo que solo beneficia a la mediocre casta política. Confío en verlo algún día.